Un encuentro (libre.)
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Un encuentro (libre.)
Era un bellísimo día en el reino de Celestia, los pajaros cantaban y el sol brindaba con sus rayos dorados vida y luz. Pero había un pequeño problema. Se aburría y mucho.
La paz aparente entre los reinos estaba asegurada y por unos días el feudo estaba tranquilo, sin intentos de estabilización, golpes de estados o catástrofes naturales. Todo marchaba sobre ruedas. Y eso aunque lo tenía que poner contento, su monarca tenia la popularidad adecuada y el reino florecía lentamente como un retoño díscolo, se aburría. Sin nobles a quien manipular sin contrincantes contra los que usar su cerebro, su cuerpo o sus espías.
Para eso, ser zapatero o cocinero o bibliotecario. O secretario. Lo único que hacía era leer documentos, corregir y firmar. Evitándole trabajo administrativo a su majestad, que era más vago, o más incauto de lo que creía. Después de deliberar un poco consigo mismo, si estaba así de loco, decidió su rumbo.
Primero a su cuarto. Se tuvo que sacar el exótico kimono, que revelaba más que lo que ocultaba para ponerse ropa de montar. Un pantalón negro ceñido al cuerpo y camisa muy blanca, prístina que revelaba bastante pero que a su vez tenía una pinta media formal, y una gabardina. Allí escondió un arma y municiones. Oculto un cuchillo en sus botas y se miro al espejo. Sus armas no se notaban y se veía lindo. Estaba listo para partir.
Capaz hasta viera a su viejo maestro, pensó mientras se dirigía a los establos. Observo a los animales y eligió una potranca de pelo suave y piel oscura, y le puso la montura, mientras la acariciaba y la mimaba. La potra lo acepto. Cargo en las alforjas todo lo necesario-provisiones, una pistola, una daga, agua, ropa limpia, su insignia q lo acreditaba como consejero- Y se subió de un movimiento fluido. Antes de salir comunico su partida al encargado de los establos. Iría a los montes. En realidad iría a ese bosque. Un laberinto vivo que le ayudaría a poner las cosas con otra visión, a descontaminarse y con suerte ver a los afamados peones
Potra y hombre se deslizaban por las tierras poco a poco abandonando la luminosidad del dominio de la luz y dirigiéndose a territorio neutral, la zona media, o el crepúsculo, el preludio de las tinieblas. Los ruidos de la ciudad fueron reemplazados por los sonidos de la floresta. Chicharras, aves predadores y la vegetación.
En un claro diviso una figura. No le era conocida así que se acerco despacio.
La paz aparente entre los reinos estaba asegurada y por unos días el feudo estaba tranquilo, sin intentos de estabilización, golpes de estados o catástrofes naturales. Todo marchaba sobre ruedas. Y eso aunque lo tenía que poner contento, su monarca tenia la popularidad adecuada y el reino florecía lentamente como un retoño díscolo, se aburría. Sin nobles a quien manipular sin contrincantes contra los que usar su cerebro, su cuerpo o sus espías.
Para eso, ser zapatero o cocinero o bibliotecario. O secretario. Lo único que hacía era leer documentos, corregir y firmar. Evitándole trabajo administrativo a su majestad, que era más vago, o más incauto de lo que creía. Después de deliberar un poco consigo mismo, si estaba así de loco, decidió su rumbo.
Primero a su cuarto. Se tuvo que sacar el exótico kimono, que revelaba más que lo que ocultaba para ponerse ropa de montar. Un pantalón negro ceñido al cuerpo y camisa muy blanca, prístina que revelaba bastante pero que a su vez tenía una pinta media formal, y una gabardina. Allí escondió un arma y municiones. Oculto un cuchillo en sus botas y se miro al espejo. Sus armas no se notaban y se veía lindo. Estaba listo para partir.
Capaz hasta viera a su viejo maestro, pensó mientras se dirigía a los establos. Observo a los animales y eligió una potranca de pelo suave y piel oscura, y le puso la montura, mientras la acariciaba y la mimaba. La potra lo acepto. Cargo en las alforjas todo lo necesario-provisiones, una pistola, una daga, agua, ropa limpia, su insignia q lo acreditaba como consejero- Y se subió de un movimiento fluido. Antes de salir comunico su partida al encargado de los establos. Iría a los montes. En realidad iría a ese bosque. Un laberinto vivo que le ayudaría a poner las cosas con otra visión, a descontaminarse y con suerte ver a los afamados peones
Potra y hombre se deslizaban por las tierras poco a poco abandonando la luminosidad del dominio de la luz y dirigiéndose a territorio neutral, la zona media, o el crepúsculo, el preludio de las tinieblas. Los ruidos de la ciudad fueron reemplazados por los sonidos de la floresta. Chicharras, aves predadores y la vegetación.
En un claro diviso una figura. No le era conocida así que se acerco despacio.
Viktor- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 17/01/2013
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